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Marnie, la ladrona (1964)

Más de siete años llevaba Grace Kelly casada con el príncipe Raniero III de Mónaco cuando Alfred Hitchcock le propuso volver a trabajar para él. Aunque Grace ya había dejado muy claro que el cine era incompatible con su estatus monárquico, el maestro del suspense seguía soñando con ella. Quería recuperarla. Quería volver a los tiempos de ‘Crimen perfecto’ (1954), ‘La ventana indiscreta’ (1954) y ‘Atrapa a un ladrón’ (1955). De entre todas las rubias que tenía en su agenda, Grace era la idónea para su nuevo proyecto. Pero cualquier atisbo de esperanza se esfumó en cuanto la casa real se enteró de que la protagonista era una cleptómana con graves problemas psíquicos.

Tippi Hedren no fue la segunda opción, ni la tercera, ni la cuarta. Pero Hitchcock acababa de rodar con ella ‘Los pájaros’ (1963), y al final le supo a premio de consolación. Aunque viendo lo mal que terminaron la actriz y el director -las malas lenguas dicen que en los últimos días del rodaje se comunicaban a través de terceras personas- más bien parece que la utilizó como saco de boxeo para aliviar la frustración de no haber podido contar con la perfecta Grace.

Me desconcierta Tippi en esta película -ahora iré con ella- igual que me desconcierta ‘Marnie, la ladrona’ durante tres cuartas partes del metraje. Sí, enseguida adivino que el traductor español cayó en la trampa del McGuffin de Hitchcock como un auténtico pardillo y que el título original -‘Marnie’, a secas- era mucho más acertado. Pero asimismo creo que Hitchcock se enreda en una trama melodramática que por momentos se vuelve aburrida. Los fuegos artificiales del final están muy bien; se nota que ‘Hitch’ quiere guardarse toda la artillería hasta las últimas secuencias para dejarnos con la boca abierta. Pero el peaje que hay que pagar hasta llegar ahí es largo y tedioso. Hasta tenemos tiempo de fijarnos en lo poco cuidado de los escenarios -ríanse ustedes de las montañas de ‘Bonanza’- o en lo empalagosa que resulta la banda sonora de Bernard Herrmann.

El macho dominante

El único que aporta algo de dinamismo y una necesaria dosis de mala leche -a cuentagotas- es Sean Connery, que encarna a un hombre viudo que hará lo que sea por llevarse al huerto a Marnie, lo que incluye perder el sueño por saber qué trauma infantil le provocó su aversión al sexo. Connery -qué voz, por cierto- se comporta como una prolongación del propio Hitchcock: ejerce de macho dominante mentiendo a Marnie en vereda -llegando a abusar de ella- e hipotecando su propio futuro. Sus respuestas secas y cínicas chocan una y otra vez con la hermética rubia que se ha agenciado, pero al menos alivian el peso de una historia a la que le sobra psicoanálisis y le falta -sí, voy a decirlo- suspense.

En cuanto a Tippi Hedren, a veces me da la impresión de que está fabulosa y otras, en cambio, me provoca un poco de vergüenza ajena. Depende de la escena, de sus reacciones, de sus gestos. Mucho mejor cuando tiene que simular una frigidez extrema o cuando se queda pasmada, que cuando explota en reacciones viscerales. Eso sí, en el balance general saldría ganando. Salvando las distancias, tanto ella, como él, como la casa donde se desarrolla gran parte de la acción, como la segunda chica en discordia –Diane Baker– me han recordado bastante a ‘Escrito sobre el viento’, que es un melodrama con todas las letras. La vertiente psicoanálitica que introduce Hitchcock no me ha ayudado a engancharme a pesar de que, repito, el rush final tiene todo el sabor del genio británico, especialmente las escenas del caballo desbocado y el flashback que da carpetazo al asunto.

CALIFICACIÓN
2,5 estrellas

Ficha técnica(+)

Título original: ‘Marnie’. Dirección: Alfred Hitchcock. Guión: Evan Hunter y Jay Presson Allen, a partir de una novela de Winston Graham. Reparto: Tippi Hedren, Sean Connery, Diane Baker, Martin Gabel, Louise Latham, Alan Napier, Bob Sweeney, Milton Selzer, Henry Beckman, Edith Evanson. Duración: 130 minutos. País: Estados Unidos.

Otras críticas

“A pesar de lo desfasada y un tanto simple que resulta en la actualidad esta lectura psicoanalítica, sigue funcionando bien como psicodrama…” (‘Fuego en el cuerpo’). (+)

“…viene a demostrar cómo el más inverosímil melodrama de corte freudiano (en este caso basado en una novela de Winston Graham) puede convertirse en un prodigio de coherencia sin dejar de ser inquietante” (‘Fotogramas’). (+)

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