¡Escocia! Uno de los países más bonitos que he visitado en mi vida. Sobre todo la zona de las Highlands, donde la lluvia forra de verde musgo las suaves colinas del horizonte y donde el mar rompe con fuerza contra los acantilados. ¡Escocia! Tierra de whisky, haggis y actores tan respetables como Sean Connery o Ewan McGregor. Qué lástima que las últimas películas que se han rodado en Escocia le hagan tan poca justicia, como el penoso musical ‘Amanece en Edimburgo’ o el último verano de esta familia disfuncional que arranca como una comedia ingeniosa y absurda… para terminar siendo más convencional y ñoña que el peor telefilme de Walt Disney Pictures.
Porque la cosa empieza bien; muy bien, diría yo. La pareja formada por Andy Hamilton y Guy Jenkin, debutantes en esto del cine pero con gran experiencia en televisión, demuestran talento para el absurdo en los primeros compases de la película. Para ello se valen de tres niños —una preadolescente cuadriculada, un chico soñador y una mocosa sabelotodo— que con su lógica aplastante desarman todas las falsedades de los adultos. Puede que las réplicas sean demasiado agudas para mentes tan infantiles, pero esto forma parte de la gracia, y la risa sale sola cuando sus padres —en proceso de divorcio— y el resto de parientes se quedan a cuadros ante semejantes comentarios.
En esta primera parte de ‘Nuestro último verano en Escocia’ hay chistes que sobrepasan un poquito la frontera del cine familiar, recurriendo a la escatología, los tacos y escenas PEGI +12 que dan vuelo a la historia, construyendo la promesa de una película tan fresca como una noche de verano en la isla de Skye. Hamilton y Jenkin retuercen la lógica hasta llegar a un buen primer clímax, en el que los niños llevan la batuta sin dejarse impresionar más de lo necesario por las enseñanzas del abuelo Gordie (Billy Connolly); pero a partir de ahí surge la sospecha de que ya hemos visto lo mejor, y sólo queda la esperanza de que el batacazo no sea demasiado fuerte. Lo es.
¿Lección de vida?
Toda la segunda mitad de la película es de una candidez sonrojante. De repente, el guión quiere volver a la idea de la vida perfecta, sacando de la chistera recursos más que trillados, todavía más burdos por su contraste con el brillante inicio. Los personajes se desarrollan de manera efectista —en particular el adolescente bobo y la inspectora Chisolm (Celia Imrie)—, con el único objetivo de obligar al espectador a sentir empatía, a quererlos cueste lo que cueste. A perdonarlos. Y de vez en cuando sacamos un avestruz, que son muy graciosos. Parecía que la historia debía ser una lección de vida para los implicados —sobre todo para los peques—, y la paradoja es que en realidad no aprenden nada de nada. Todo se puede perdonar en Escocia.
Repito: si la película hubiera empezado por ahí, me lo tragaría. Pero creo que su intención era otra, y le faltó valentía para llevarla a cabo. Si no, no habría tantos subrayados. Salvemos pues la primera parte del film, las correctas interpretaciones de Rosamund Pike y David Tennant, y el medido histrionismo de Ben Miller como el tío Gavin. Poco más. A menos que os hinquéis un buen vaso de Macallan, si tenéis nostalgia de Escocia será mejor que volváis a ver ‘Braveheart’. Mi último verano en las Highlands fue mucho mejor, y no han hecho una película sobre ello. Aún.
CALIFICACIÓN
Ficha técnica (+)
Título original: ‘What we did on our holiday’. Dirección y guión: Andy Hamilton y Guy Jenkin. Reparto: Rosamund Pike, David Tennant, Billy Connolly, Ben Miller, Amelia Bullmore, Emilia Jones, Bobby Smalldridge, Harriet Turnbull, Celia Imrie, Annette Crosbie, Lewis Davie, Ralph Riach. Duración: 95 minutos. País: Reino Unido.
Otras críticas
«Una película de aspecto menor y gigantesco interior, capriana y simpática en el buen sentido de ambos términos» (Federico Marín, ‘ABC’). (+)
«En ocasiones negra, en otras hábilmente edulcorada, ‘Nuestro último verano en Escocia’ saca tajada de su trío de pequeñas (y pequeño) Miss Sunshines» (Roger Salvans, ‘Fotogramas’). (+)