‘Sleeping Beauty’ fue uno de los espantos que se coló en la carrera por la Palma de Oro del Festival de Cannes de 2011. Ya sabemos que el certamen francés siempre acoge con los brazos abiertos las propuestas más provocativas y exóticas del mundo -lo cual nos parece genial- pero en este caso no podemos comprender qué pretendía el comité de sabios incluyendo esta revisión del cuento de ‘La bella durmiente’ en la sección oficial. Si el objetivo era crear polémica con la morbosa afición de unos viejos ricachones que pagan por poseer el cuerpo inerte de la joven protagonista, no lo consiguieron. De hecho, lo único que lograron fue lo mismo que la directora Julia Leigh intentando escenificar la insatisfacción del ser humano en los tiempos modernos: que los espectadores tuvieran que luchar contra las ganas de recostarse en la butaca y echar una cabezadita.
Es curioso, porque durante toda la película confundí a la actriz principal con Mia Wasikowska, la sosita Alicia de Tim Burton, cuando en realidad se trataba de la australiana Emily Browning. Luego leí que Wasikowska había sido la primera elección de Julia Leigh, pero que había acabado rechazando el papel para embarcarse en un rodaje mucho más puritano, el de ‘Jane Eyre’. Algún cruce de cables había en mi cerebro. Pero vamos, tampoco creo que hubiera diferencia entre ambas. Es imposible sentir empatía por esta universitaria marcada por el alcoholismo de su madre que decide vender su dignidad para pagarse los estudios.
La bella durmiente del siglo XXI va a clase, hace fotocopias en una oficina, trabaja de camarera, le hace compañía a un enfermo y vende su cuerpo a los hombres que la asaltan en los bares nocturnos. Al precio que están las tasas universitarias, se puede comprender que ni con eso le llegue para pagarse la carrera, el alquiler y los caprichos. Por eso sigue buscando trabajo. Al final, consigue que la acepten entre el servicio de un rancio caserón forrado de terciopelo y madera de caoba donde suelen reunirse los millonarios -y millonarias- del lugar. El placer de esta decrépita burguesía es que las criadas les sirvan el té en lencería o que adopten posturas sexuales humillantes mientras ellos echan la tarde. Pero a la talentosa Lucy le espera un encargo de mayor importancia: ganará una pasta a cambio de tomarse un brebaje que la deja inconsciente y a merced de cualquiera.
Julia Leigh lleva la historia con mano gélida, se supone que con segundas intenciones, pero fracasa en su intento de que sintamos algún tipo de curiosidad por el destino de la protagonista. Se palpa la idea de que, cuando Lucy entra en la casa, el mundo exterior desaparece, como si fuera absorbida por un cuento de hadas para degenerados. Pero es irritante la parsimonia de los que habitan este inframundo, además de esos cansinos fundidos a negro al final de cada secuencia. Y si poco o nada de profundidad tiene nuestra durmiente Lucy, menos aún la del resto de personajes, de los que apenas se nos suministra información. Encima, uno de ellos tiene la poca vergüenza de deleitarnoscon un cuento que leyó una vez en un sitio y que le parece ideal para resumir su vida, pero que en realidad tiene tanta carga emotiva como las instrucciones de una lavadora.
En resumidas cuentas, ‘Sleeping Beauty’ no es más que un lánguido desfile de personajes patéticos que nos la traen al pairo, empezando por una Emily Browning de la que sólo podemos destacar lo bien que se hace la dormida. Eso sí, si Julia Leigh pretende volver a Cannes, va por buen camino.
Ficha técnica Sleeping Beauty (+)
Título original: ‘Sleeping Beauty’. Dirección y guión: Julia Leigh. Reparto: Emily Browning, Michael Dorman, Mirrah Foulkes, Rachael Blake, Hugh Keays-Byrne, Joel Tobeck, Tammy McIntosh, Henry Nixon, Chris Haywood, Les Chantery. Duración: 102 minutos. País: Australia.
Otras críticas
“Los descensos a los infiernos hay que contarlos mejor: la autodestrucción adolescente ha tenido mejores reflejos en pantalla” (Gregorio Belinchón, ‘El País’). (+)
“Elegante, sugerente, hipnótica, desagradable, y también gélida, repetitiva, lenta, difícil” (Juan Luis Caviaro, ‘Blogdecine.com’) (+)
“…hay una metáfora de cómo el cine explota a actrices como Browning, una vez que se registra en la película o en el soporte electrónico un fantasma del que no son dueñas” (Pablo Gamba, ‘El espectador imaginario’) (+)