‘10.000 km’ fue una de las películas revelación del cine español en 2014: ganó la Biznaga de Oro del Festival de Málaga y su director, Carlos Marques-Marcet, se alzó con el Goya a la mejor dirección novel. Fue incluso preseleccionada para competir por el Oscar a la mejor película extranjera, pero nuestra Academia de Cine la acabó descartando en beneficio de ‘Vivir es fácil con los ojos cerrados’, que efectivamente era mejor pero que tenía tantas posibilidades de ganar la estatuilla como yo de manejar la cuenta corriente de George Clooney.
Rodada con un presupuesto muy ajustado y una sensibilidad a flor de piel, ‘10.000 km’ explica la historia de una separación: la de Alex (Natalia Tena) y Sergi (David Verdaguer), una pareja de Barcelona que tras siete años de relación ha tomado la decisión de tener un hijo; pero justo entonces Alex recibe una oferta para irse a trabajar a Los Ángeles, y los dos saben que no puede rechazarla: ella dejaría escapar una oportunidad de oro y él estaría comportándose como un egoísta. Además, la separación es temporal. Sólo tienen que aplazar su plan de vida durante un año.
No hay que ser un lince para saber lo que pasará a continuación. Esos diez mil kilómetros de distancia irán degradando la relación, basada en conversaciones por Skype con imágenes pixeladas y audios entrecortados, y mientras Alex va progresando en su trabajo, abriéndose nuevas puertas, Sergi se va consumiendo en la soledad del piso de Barcelona.
Documentando la ruptura
Carlos Marques-Marcet opta por una dirección minimalista, dando el protagonismo a los actores. El prólogo está filmado con uno de los planos secuencia más largos del cine español (23 minutos), y desde ese momento se hace patente que la cámara se va a comportar como una intrusa que documentará la crisis sentimental sin intervenir más de lo necesario. Sin florituras, pero transmitiendo un convincente desasosiego. Y otras veces ni siquiera habrá cámara: serán las pantallas de los ordenadores y los móviles las que reflejarán la nostalgia de Alex y Sergi.
Por este lado, se debe reconocer el excelente trabajo de Marques-Marcet a la hora de utilizar las herramientas digitales que en la actualidad se han hecho importantísimas para cualquiera de nosotros: no ya para trabajar, sino para iniciar, conservar o terminar una relación. Skype, correo electrónico, WhatsApp, Instagram, Facebook… es difícil pensar que hoy en día alguna pareja pueda estar fuera del mundo digital. Y me encantó esa cínica alusión a los servidores de Google en Silicon Valley, guardianes (queramos o no) de nuestra intimidad, de nuestros celos, pasiones y secretos inconfesables.
Lo que ya no me gustó tanto es la historia en sí misma. La relación. No por nada, sino porque es una más, y salvo que te toque directamente, es fácil que el aburrimiento haga acto de presencia. Como llega un momento en que el guión salta de conversación trágica en conversación trágica, la tentación de mandar a la mierda a los dos protagonistas es bastante grande. Sobre todo a Alex, ya que la interpretación de Natalia Tena es muy drama queen (en cambio a David Verdaguer lo salva el sentido del humor). El ambiguo final, con un plano que recuerda mucho al de ‘El graduado’, hace remontar un poquito a esta historia de corazones lastimados.
CALIFICACIÓN
Ficha técnica(+)
Dirección: Carlos Marques-Marcet. Guión: Carlos Marques-Marcet, Clara Roquet, Natalia Tena y David Verdaguer. Reparto: Natalia Tena y David Verdaguer. Duración: 99 minutos. País: España.
Otras críticas
«…una película redonda que analiza y descompone el plano contra plano, mecanismo clásico de la comunicación en pantalla entre dos personajes, a través de la desviación y la ausencia de su elemento vertebrador: la mirada» (Víctor Blanes, ‘El Antepenúltimo Mohicano’). (+)
«El estilo minimalista de la película nos recuerda que con una buena idea se pueden realizar grandes películas» (Elisabet Pereira, ‘Críticas en 8 mm’). (+)
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