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Duelo al sol (1946)

Sonrío al leer que ‘Duelo al sol’ fue incluida por el jurado de los Razzie en una lista de las 100 películas más ridículas de la historia del cine. La verdad es que, conociendo el sentido del humor y la necesaria mala leche con que se otorgan estos premios, es una decisión lógica. Tomarse en serio ‘Duelo al sol’ es un ejercicio imposible porque abusa de la épica, llevando al absurdo las reacciones de los personajes, como un melodrama vulgar. Y, sin embargo, encierra una historia interesante, con dos o tres excelentes secuencias, que hacen que su visionado sea obligatorio para todos los amantes del western.

La respuesta a este exceso de grandilocuencia la encontramos en el nombre de David O. Selznick. El hombre que ya había financiado ‘King Kong’ (1933), ‘Lo que el viento se llevó’ (1939) o ‘Rebeca’ (1940), quería rodar una película en la que su novia, Jennifer Jones, brillara en todo su esplendor. Tres años antes, Selznick había conseguido que Jones se llevara el Oscar a la mejor actriz por ‘La canción de Bernadette’; normal, por tanto, que creyera a pies juntillas en las posibilidades de su chica, por muy cargante que la encontraran algunos críticos. Por eso, cuando una embarazada Teresa Wright tuvo que abandonar el rodaje de ‘Duelo al sol’, Selznick movió ficha y le dio el papel a Jones. Éste sería también el único film en el que Selznick haría funciones de director, aunque sólo King Vidor aparecería en los créditos.

El duelo al sol al que hace referencia el título de la película es el que protagonizan los hermanos Jesse y Lewton McCanles (Joseph Cotten y Gregory Peck) por el amor de Pearl Chávez (Jennifer Jones), una india mestiza perseguida por la desgracia: ha visto cómo su padre (Herbert Marshall) era ejecutado por haber matado a uno de los múltiples amantes de su madre. Poco antes de morir, papá le informa de que a partir de ahora quedará a cargo de la señora McCanles (Lillian Gish), una prima lejana que no tendrá problemas en acogerla en su rancho de Texas. Bien diferente será la reacción del señor McCanles (Lionel Barrymore), un fascista defensor de la supremacía blanca que, postrado en una silla de ruedas, sospecha -parece que con razón- que entre su esposa y el padre de Pearl hubo más que simples lazos familiares.

Puede que Selznick estuviera profundamente enamorado de Jennifer Jones, pero quién lo diría viendo las humillaciones continuas a las que se ve sometida (se supone que por exigencias del guión). Pearl debe sobreponerse a la trágica muerte de su padre, al abandono de una madre ligera de cascos, al desprecio del señor McCanles y hasta a varios intentos de violación por parte del impulsivo Lewton, que es la viva imagen de su padre. En este sentido, sorprende ver a Gregory Peck metido un personaje totalmente opuesto a los que nos tiene acostumbrados: un hombre rudo, sin escrúpulos, un misógino convencido de que el derecho de posesión se extiende a las mujeres que entran en su rancho. No es una gran interpretación la de Peck, pero sí un ejemplo de que era capaz de abordar otros registros.

En mitad de este infierno, Pearl sólo encuentra dos asideros: la señora McCanles y su otro hijo, Jesse, que está enfrentado con su padre y su hermano porque quiere ceder parte del rancho para que el gobierno pueda alargar la vía del ferrocarril. Pearl se enamora de Jesse pero no entiende su recto estilo de vida y, en una reacción pueril -aún más pueril por el exceso gestual de Jones-, acepta revolcarse con el violento Lewton, perdiendo para siempre la oportunidad de ser feliz. A su vez, Pearl también querrá vengarse de Lewton porque no quiere casarse con ella y aceptará la proposición de matrimonio del maduro Sam Pierce; lástima que la aparición de Charles Bickford sea tan breve y falta de profundidad, una de las consecuencias negativas de un guión que avanza continuamente a trompicones.

Decía al principio que había unas cuantas escenas excelentes en ‘Duelo al sol’, pero no incluiría entre ellas al famoso desenlace en las rocas, donde es difícil evitar siquiera una sonrisa condescendiente. Me refiero a otros tres momentos impactantes: la aparición del séptimo de caballería, tranquila y desafiante, ante los hombres de McCanles; la doma del caballo salvaje por parte de Lewton, con unos inequívocos planos de Pearl manifestando su apetito sexual; y, sobre todo, la emocionante despedida de la señora McCanles, con una Lillian Gish que parece realmente un ángel con esa cabellera rubia cubriéndole hasta la cintura y un magnífico Lionel Barrymore derrumbándose por la mujer a la que siempre amó a pesar de las circunstancias. Creo que estos son los tres únicos momentos redondos de una película excesiva en la que Selznick metió demasiado la mano, a pesar de la nominación al Oscar para su novia; más justa fue la nominación obtenida por Lillian Gish como mejor actriz de reparto.

CALIFICACIÓN
3 estrellas

Ficha técnica(+)

Título original: ‘Duel in the sun’. Dirección: King Vidor, entre otros. Guión: David O. Selznick y Oliver H.P. Garrett, inspirándose en una novela de Niven Busch. Reparto: Jennifer Jones, Joseph Cotten, Gregory Peck, Lionel Barrymore, Herbert Marshall, Lillian Gish, Walter Huston, Charles Bickford, Harry Carey, Joan Tetzel. Duración: 144 min. País: Estados Unidos.

Otras críticas

“…el guión incide con excesiva frecuencia en secuencias de escasa fuerza interior que no engranan con el latido del conjunto, proyectado por lo demás al trallazo dramático” (H. Saenz Guerrero, ‘La Vanguardia’). (+)

“…uno de los westerns más atípicos de la historia, por la pasión enfermiza que domina toda su acción” (‘Fotogramas’). (+)

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