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Whiplash (2014)

Crítica de Whilash 2014

Crítica de Whilash 2014

No debería asustar a nadie que ‘Whiplash’ sea una película sobre un joven batería de jazz, aunque —como en mi caso— apenas tengan idea de este género musical. Y es que la esencia de la historia es aplicable a cualquier otra disciplina en la que uno quiera destacar: desde el cine o la literatura, hasta oficios tan respetables como enterrador o sexador de pollos.

Lo que plantea ‘Whiplash’ es cómo puede uno llegar a la perfección absoluta en su campo, y si de verdad merece la pena invertir tanto esfuerzo en ello, poniendo en riesgo la salud, el dinero, la familia y los amigos. «No hay dos palabras en inglés más dañinas que ‘buen trabajo’», dice el insaciable Terence Fletcher, cuya radical filosofía de vida estriba en que todo se puede mejorar. Para él, conformarse con hacer algo correctamente es propio de perdedores.

La ilusión de Andrew (Miles Teller) es pasar a la historia del jazz como sus admirados Duke Ellington y Charlie Parker, y desde pequeño se ha esforzado por manejar las baquetas de forma competente. Su talento le ha abierto las puertas del mejor conservatorio de Nueva York, donde pronto será designado batería titular de la orquesta del señor Fletcher (J.K. Simmons).

Lo que no sabe Andrew es que el camino no ha hecho más que empezar, y que Fletcher convertirá su aprendizaje en un infierno: nunca estará contento con él, nunca le parecerá que toca como un futuro mito del jazz, y desde luego nunca le dirá «buen trabajo».

Andrew acepta el reto de Fletcher y renuncia a todo lo que le distrae de su objetivo: limita a la mínima expresión el contacto con su familia y rompe de la noche a la mañana su incipiente relación con la chica de la que se había enamorado (Melissa Benoist). Duerme lo justo para no caerse por las escaleras, y toca la batería tantas horas y con tanta energía que le sangran las manos. ¿Es suficiente? Bueno, a juicio del señor Fletcher, la respuesta es no. Ni de lejos.

A fin de cuentas, lo que hace Andrew (ser disciplinado, metódico y estoico) lo puede hacer cualquiera. Aparte de eso, hay que destrozar todas las capas de nuestra acomodada existencia para llegar al hueso y extirpar el talento que nos hace únicos. Tenemos que obsesionarnos, y tenemos que saber gestionar esa obsesión.

El debate está servido: como seres humanos que somos, también queremos amar, comer, dormir, holgazanear, emborracharnos, procrastinar, viajar, tener hijos. Y con un poco de constancia y profesionalidad, somos capaces de hacer bien nuestro trabajo sin renunciar a dichos placeres. Podemos destacar en lo que nos propongamos y llevar una vida normal, humana.

La cuestión es que para pasar a la historia, quienes no hemos nacido con un don especial, no tenemos otra forma de hacerlo que a base de renuncias. Y ni aún así tenemos asegurado un lugar en la posteridad.

Montaje e interpretaciones de Oscar

Si la propuesta filosófica del segundo largometraje de Damien Chazelle ya es atractiva, al mismo nivel se sitúan otros tres elementos que lo habrían hecho ser un digno ganador del Oscar (mucho mejor que ‘Birdman’, la ganadora de esa edición). El primero es el electrizante montaje de Tom Cross, quien sí fue premiado con la estatuilla dorada.

El montaje dota a la película de un ritmo vertiginoso, con pocos momentos de respiro, y nos mete en el cuerpo la presión que Fletcher le impone a Andrew en los ensayos. Cross se luce especialmente en las escenas orquestales, con planos que se intercalan al compás de la música desde todos los ángulos imaginables. Un trabajo preciso y enérgico al mismo tiempo.

El segundo elemento a destacar es que el guión de ‘Whiplash’, obra de Chazelle, tenga el planteamiento de un thriller con sus correspondientes vueltas de tuerca, lo cual eleva la tensión a medida que se acerca el desenlace, explotando en una última secuencia espectacular. Y el tercero, cómo no, son las interpretaciones de los dos protagonistas: tanto la de Miles Teller, un diamante en bruto al que deberemos seguir en el futuro, como la de J.K. Simmons, uno de esos secundarios de Hollywood que merecía encontrarse con un papel como éste en algún momento de su carrera.

Simmons se alzó con el Oscar al mejor actor de reparto con absoluta justicia, tras componer al profesor Fletcher como una mezcla del Clint Eastwood de ‘El sargento de hierro’ y el R. Lee Ermey de ‘La chaqueta metálica’.

Ya que estamos con los Oscars, ‘Whiplash’ sería el reverso obsesivo-compulsivo de la emocionante ‘Boyhood’, que competía ese mismo año (otra que lo merecía por encima de ‘Birdman’). Si el mensaje del film de Richard Linklater era que todos somos especiales y únicos, no importa lo común o rutinaria que sean nuestras vidas, y que tenemos el derecho de renunciar a cualquier heroicidad, ‘Whiplash’ opina lo contrario: que el mundo ya tiene suficiente mediocridad como para que tú te sumes a él con la estúpida idea de ser bueno, cuando podrías ser el mejor.

Ficha técnica (+)

Título original: ‘Whiplash’. Dirección y guión: Damien Chazelle. Reparto: Miles Teller, J.K. Simmons, Melissa Benoist, Paul Reiser, Austin Stowell, Nate Lang, Chris Mulkey, Damon Gupton, Suanne Spoke. Duración: 107 minutos. País: Estados Unidos.

Otras críticas

«’Whiplash’ no indaga en un nuevo territorio, sino que explota sin sutileza dos modelos de relato tan oscarizables como son el pulso con un titán indeseable (pero humano a la postre) y la inflamada épica del sacrificio» (Jordi Costa, ‘El País’). (+)

«No hay en ‘Whiplash’ ni un solo momento débil, o desacompasado, y su historia, las motivaciones de esos dos personajes, nunca dejan de removerte y empujarte…» (Oti Rodríguez Marchante, ‘ABC’). (+)